Los caminos de nuestra investigación sobre indumentaria en el siglo XIX en el Río de la Plata nos llevaron al depósito de indumentaria del Complejo Museográfico Provincial Enrique Udaondo en Luján, Provincia de Buenos Aires. Una mañana fría relevando y fichando prendas de percheros cargados de historia, encontramos una serie de prendas con la misma pertenencia, todas decían: donación Señorita Victoria Aguirre. Algunas de estas prendas eran una bata de baile de seda amarilla con chantilly negro, una bata gris con chantilly, dos pañuelos de red, bordados, negros, chalecos de cabildantes, chalecos federales –que acompañaban una cantidad de piezas y accesorios de la época de Rosas-.
Las cartas de donación en los archivos del mismo Museo nos dieron algunas pistas, por ejemplo que al primer grupo de piezas donadas Victoria Aguirre las lleva personalmente, se enferma y muere poco después marzo 1927, que el segundo grupo que pertenecía a Terrero las compra en Londres para donarlas al Museo fundado por Enrique Udaondo, probablemente para ayudarlo en un duro trance económico.
Las referencias en dichos documentos al igual que las tipologías de las prendas y la iconografía pertinente nos permitieron datar la mayor parte de los objetos en cuestión.
Así mismo el contexto de cada donación nos permitió reconstruir los derroteros de un personaje que al día de hoy permanece oculto en las historias oficiales.
Victoria Aguirre emerge de esta forma como filántropa, amante del arte, pintora, y coleccionista.
Victoria Aguirre Anchorena nació el 13-I-1860 en la Parroquia de San Nicolás, y en el mismo lugar el 16-III-1927, exhaló el último suspiro. En las palabras de su sobrino Carlos Ibarguren Aguirre su Tía To- como la llamaban afectuosamente sus sobrinos- corporeizaba “Esa caridad suya no se materializó únicamente en los múltiples donativos a la Sociedad de Beneficencia, a cuya entidad pertenecía. Sus dádivas y apoyos económicos también llegaron en forma particular, y muchas veces anónima, a la madre necesitada y al niño pobre; a la escuela humilde y a los asilos y hospitales carenciados; a los artistas y universitarios de exiguos recursos (entre ellos el pintor Quinquela Martín y el ex Ministro Atilio Bramuglia); y a tantas instituciones: centros religiosos, culturales, científicos y deportivos. Así levantó un pabellón de maternidad; dotó a colonias de vacaciones; enriqueció museos, laboratorios y bibliotecas; costeó expediciones de estudio y exploración, y dió estímulo y medios de subsistencia a obras públicas de bien común: la parroquia criolla de Coronel Videl; la iglesuca navarra de Donamaría; el Complejo Museográfico Provincial Enrique Udaondo de Luján; el Museo Etnográfico de la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires; el Museo Arqueológico de Lima; el camino misionero hasta las cataratas del Iguazú, desde el puerto sobre el río Paraná (que por eso, alguna vez, se llamó Puerto Aguirre); el Club Atlético de San Isidro y muchas otras realizaciones testimoniaron, años atrás, la cooperación generosa de esa gran dama argentina que fue Victoria Aguirre.”
El presente trabajo quiere proponer como herramienta de conservación preventiva la tarea de relevamiento, catalogación y documentación del patrimonio, como parte del la tarea del historiador.